La metáfora en el cine (I): "Persona".
Liv Ullman
interpreta en "Persona" (Ingmar Bergman, 1966) a Elisabeth Vogler, una actriz de teatro que se
encuentra interna en un hospital tras dejar repentinamente de hablar en medio
de una representación de la obra “Electra”. A su cargo está Alma –primer
indicio metafórico- (Bibi Andersson), la enfermera con quien, a pesar de su
silencio, traba una intensa relación.
'Persona', I. Bergman (1966).
(ojo spoilers. La peli se puede ver completa en youtube aquí)
La
genialidad de esta obra de Bergman, dejando de lado los planos perfectos que le
caracterizan, el maravilloso tratamiento del blanco y negro de Sven Nykvist o
la delicadeza con la que transcurren los 80 minutos de película sin perder
intensidad es sin duda el desarrollo de la metáfora: cómo a lo largo de la
película las dos mujeres que se complementan a la perfección, la que habla sin
cesar y la que no quiere articular palabra, se enzarzan sin quererlo en una
guerra fría para demostrar cuál de las dos tiene más poder sobre la otra, encarnando finalmente la simbiosis de dos
personalidades encerradas en un mismo cuerpo, o dos cuerpos simbolizando dos
mitades irreconciliables de una misma persona.
Una de las
escenas más significativas del largometraje es aquella en la que un niño acaricia
un televisor en el que se alternan imágenes de ambas mujeres: Elisabeth, la
cual tiene un hijo que le causa repulsión y Alma, quien sufrió un aborto. Con
esta sucesión de imágenes comenzamos a comprender la superposición de
identidades de las dos mujeres; un solo anhelo maternal por dos representaciones
físicas diferentes que luchan entre sí por el control absoluto de un solo
cuerpo.
A lo largo
de la película vemos como poco a poco Elisabeth despoja a Alma de su característica
seguridad, sembrando la duda en cualquiera de sus monólogos con el peso de su
silencio hasta conseguir la victoria. En el momento en el que Alma finalmente
es derrotada por Elisabeth, cuando ya sólo una de las dos personalidades se
yergue como vencedora en ese cuerpo la trama llega a su fin, representando la
catarsis de Elisabeth con la fusión de ambos rostros en uno sólo, el suyo.
Además del
brillante tratamiento del trastorno de personalidad, la representación física
del diálogo interno y la lucha de dos partes de un subconsciente por controlar
un cuerpo, Bergman hace alusión en varias ocasiones a la futilidad del cine per
sé y la necesidad de duda permanente, intercalando con la trama principal
referencias a la creación cinematográfica; planos que nos recuerdan que eso que
estamos viendo no es si no una ficción hecha a sí misma (de hecho, en un principio
el filme iba a ser titulado “Cinematografía”); desenfoques de cámara, cambios
repentinos de plano, imágenes inconexas con alusiones a algunos de los pilares
de la obra del cineasta sueco… Una metáfora u oda a la creación cinematográfica
que nos impide olvidarnos del entorno, de los cambios de cámara, los planos
fijos o la utilización de este o aquel recurso, que nos recuerda al fin y al
cabo que lo que tenemos delante es no sólo una ilusión, es ni más ni menos que
una ilusión del Señor Bergman.